Cuando el río suena... ladrillos lleva.

Y es que desde que la cuenca del Segura está más seca que la lengua de Bocaseca Man, y desde que comenzó la polémica del trasvase del Ebro mi posición es clara, que les den por ahí a esos pedigüeños del sur, si no tienen agua no es nuestra culpa, por aquí arriba tampoco andamos muy sobrados y sobrevivimos muy dignamente. La diferencia está en que a nosotros no nos da por plantar lechugas en medio del desierto. Y que no me vengan con la excusa de que el sol allí es muy bueno, también lo es en el Sahara o en el Gobi y no por ello tapan la arena con invernaderos para plantar pimientos.

A ellos si, y como no pueden mantenerlos les da por pedir, pedir y pedir hasta la saciedad, y a mi ganas de mandarlos a la mierda. Aunque he de admitir que el otro día me entró un poco de conciencia sureña cuando escuche que con el agua que vierte el Ebro al Mediterráneo durante un día abastecería a toda la cuenca Valenciana sin necesidad de desalinizadoras.

Por desgracia esa conciencia no ha durado más de un día, el gobierno murciano se ha encargado de poner las cosas en su sitio con su plan de urbanizar 11.000 hectáreas de costa virgen. Como no, con sus campos de golf, sus chalecitos y sus especuladores comprando como posesos. Menos mal que la burbuja va a estallar en breve, y se las comerán todas con patatas, ahí se arruine hasta el último hijo de puta que pretenda sacar un duro con ello.